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II. PRINCIPALES PRODUCTOS CULTURALES
3. ETNOGRAFÍA

Sección 3.3 Qué le interesa al cliente

Los motivos y expectativas del cliente de turismo rural suelen ser muy diversos, con el único elemento común de “ubicación y entorno”. Estos dos términos abarcan un contexto bastante amplio que incluye no solo el entorno físico, sino también el social y el cultural, sobre todo cuando está relacionado con lo que el cliente entiende por “vida rural auténtica”. Incluye por lo tanto las costumbres, tradiciones, celebraciones, artesanía, y otros elementos de la cultura local; todos ellos, elementos (como hemos visto) que se incluyen dentro de la etnografía.

La existencia de estos elementos es algo así como un “mínimo natural” que el cliente espera encontrar sin ni siquiera ser consciente de ello. Un cliente difícilmente va a basar su elección de un alojamiento o de un destino en una relación detallada de este tipo de recursos – pero va a estar descontento si no los encuentra. En términos de la teoría motivacional, para el turismo rural la existencia de recursos de etnografía resulta un “factor de higiene”. Suele resultar de mayor importancia para clientes extranjeros o de fuera de la propia región, ya que su interés en la visita está más relacionado con “conocer algo distinto y auténtico” que en el caso de un cliente de procedencia cercana.

En este sentido, la etnografía puede estar presente de manera espontánea como parte del entorno cotidiano y natural del servicio: Ejemplos que incluyen el conjunto del pueblo, el edificio donde se ubica el servicio, su decoración y ambiente; pero también el entorno social y cultural que se encuentra en el día a día a través de la vida de los vecinos, sus costumbres, actitud hacía el visitante, y similares. Sobre todo el segundo grupo de recursos es difícil de controlar, y puede cambiar o desaparecer en poco tiempo debido a influencias ajenas a la voluntad del emprendedor turístico.

Después de los atractivos y características del entorno en sentido amplio, para la gran mayoría de los clientes la oferta de ocio ocupa el segundo lugar de importancia. Esto indica la conveniencia de crear servicios y ofertas más estructuradas, que pueden ser visitadas dentro de un itinerario o plan de visitas: museos, eventos, presentaciones, exposiciones, etc. Aún cuando su diseño y estructura son muy sencillos, el visitante ya no los percibe como parte del entorno, sino como un producto o recurso independiente que a través del hecho de estar de alguna manera “organizado”, adquiere un mayor valor e impresión de calidad.

Cuando este tipo de oferta estructurada existe, es importante que también sea “visitable” en la práctica: Por ejemplo el Centro de Interpretación no sirve para nada si no tiene publicado un horario de visita que cumple o por lo menos, una clara indicación en la puerta donde, cuando, y bajo qué condiciones se puede conseguir la llave.

En cuanto a cómo diseñar exposiciones, explicaciones, o ayudas a la interpretación, es importante que todo sea lo más visual y auto-explicativo posible. Los textos descriptivos deben estar en el idioma local y además, como mínimo, en inglés. Esto también se aplica al material audio-visual (doblaje o subtítulos) y a las instrucciones de su manejo. A pesar de ser de “sentido común”, estos dos puntos (acceso y simplicidad) lamentablemente aún suelen brillar por su ausencia en muchas instalaciones donde, al contrario, a veces se observa un exceso de diseño y tecnología.

La etnografía trata de la acción y del comportamiento humano: a los visitantes les encanta escuchar “historias” alrededor de hechos o elementos expuestos. Una exposición o instalación etnográfica puede ser técnicamente perfecta – aun así solo “llegará” al visitante a través de una interpretación humana e individualizada. El idioma puede ser un problema, pero no necesariamente impide este tipo de interpretación, sobre todo cuando el guía (que perfectamente puede ser el mismo anfitrión o sus familiares) es capaz de mostrar “en acción práctica” la utilidad o el uso de los objetos.

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